“Con la transpiración, el jugador pierde electrolitos (sodio, potasio, cloruro); esto hace que aumente la fatiga y por ende disminuyen el rendimiento físico y mental. Hay riesgo de calambres, desgarros, vómitos y golpe de calor”, señaló el preparador físico Esteban Astroven, respecto de los riesgos que asume cada jugador al jugar con altas temperaturas. “La hidratación debe ser constante durante el juego (como mínimo, cada 15 o 20 minutos); si puede ser con bebida deportiva, mejor, porque además suministra hidratos de carbono (fuente de energía)”, acotó.