Novela de final anticipado

Lo peor que le puede pasar a un equipo profesional de básquetbol no es perder el partido, lo peor es perder la confianza del público.

Las derrotas están dentro de los resultados posibles, pero el alejamiento de la gente no se contempla como posible, sencillamente porque todo este circo se arma únicamente en función del espectador.

Si la puesta en escena de un equipo profesional de básquetbol no debiera responder a las expectativas de su público, entonces que jueguen a puertas cerradas. De tal manera sería lógico que solo importen los resultados.

Es bueno aclarar que Alejandro Pepiche y Milton Bell no se van de Quilmes por 8 derrotas en 14 partidos. Eso sería negar la realidad y esconderla detrás de un número muy mentiroso.

Siendo sincero, provoca tristeza sentarse a releer cada crónica de Pick and Roll de los 14 partidos de esta versión 2003-04 de Quilmes, y sobre todo los comentarios de la gente. Se pasó de la ilusión y la esperanza al desencanto y la indiferencia de manera brutal. Duele ver como 60 días parecen muchos en un calendario.

Hasta aquí Alejandro Pepiche sumó 4 meses de trabajo y no pudo nunca conseguir que su equipo jugara como él pretendía, ya que resulta más que imaginable que el técnico tenía otras aspiraciones para su equipo.

A partir del armado del equipo, con la llegada de Milton Bell incluida, desde esta misma página en el análisis previo del equipo, escribí lo siguiente: “El problema no es que haya tres aleros, cuando el equipo ande bien, Milton se la pasará hasta el utilero para que la tire, pero si el equipo anda mal, que se olvide el resto de tirarla, porque Bell asumirá la responsabilidad él ”.

Cuando hay otros anotadores en el plantel y no reciben las pelotas deseadas, se convierte todo en un problema. Todos se exceden con su temperamento jugando de manera individual, confiando más en si mismo que en el equipo con el afán de solucionar la falta de juego grupal. Y esto es sumamente fácil de ver.

Quilmes rápidamente dejó al descubierto cuales eran sus flaquezas. Ante el rival y ante su gente. Por eso los rivales le ganaron y la gente se fue.

Se pueden tener mil maneras diferentes de ver el básquetbol. No es motivo de objeción alguna ser un técnico carismático, introvertido o petulante. Cualquier postura de juego que asuma un entrenador debe ser respetada, pero dentro del marco lógico de la organización que el juego de básquetbol requiere.

Correr y tirar es puro Show time, la gente se enloquece. El viejo dicho dice: “Las ofensivas venden entradas y las defensas ganan campeonatos”. Sea cierto o no, existen los equipos ofensivos (como Boca Juniors hoy por ejemplo), pero que jamás se descuidan en defensa. Este fue el punto critico que Pepiche no supo corregir.

Teniendo buen material para hacer un equipo goleador, no pudo nunca concientizar a sus dirigidos de que manera podían defender y sobre todos convencerlos de su aplicación.

En la rápida evaluación de los jugadores se sabía de antemano que había tres defensores reales: Juan Pablo Sánchez, Claudio Chiappero y Julián Espeche. Pepiche quiso que sus goleadores estuvieran, antes que nada, “felices” y salió solo con Sánchez de titular (Espeche y Chiappero al banco), pero bastó un paliza en contra de local (ante Boca) para quemar las naves y cambiar los esquemas.

Pepiche lo sacó a Juan Pablo del equipo y lo puso a Chiappero, corriendo a Prego o a Milton a la posición de escolta. El nuevo diagrama lo ordenó a Evric Gray que pudo disfrutar de la compañía de un pivote solidario a su lado. Un jugador de rol que le abría los espacios. Pero el perímetro nunca encontró solución.

Se evidenció rápidamente que Milton Bell y Diego Prego solo podían relevarse entre si. Quizás por pequeños espacios de tiempo podía coincidir juntos en cancha. Cuando así lo entendió el entrenador, equivocó la elección: lo sentó a Milton. “El equipo juega mucho mejor sin él en cancha” le dijo a Pick and Roll luego de la tercera derrota seguida como local ante Comodoro.

No obstante es apenas una apreciación. El verdadero problema fue en el ingreso de Bell a la cancha, generalmente el relevo era por Sánchez o Chiappero, pero no por Prego. Y los padeceres de un equipo desequilibrado volvían mágicamente. Vale decir, la formación: Lobito, Sánchez, Bell, Gray y Chiappero pocas veces coincidió en cancha.

Incluso el último partido de local, Pepiche utilizó a Prego de Cinco, Vaquero de cuatro y Bell de tres. Da la pequeña sensación que el diagnóstico del problema era muy erróneo.

Los problemas de Pepiche y Quilmes se acrecentaron con temas extradeportivos como los cantos de la hinchada pidiendo la vuelta de Oscar Sánchez, los gestos de Pepiche a la popular, declaraciones de dirigentes quitándole el apoyo, que como siempre pasa escudan a los problemas reales de juego.

Por su puesto que un mal clima no ayuda a vivir felices, pero jamás se condicionó el trabajo del entrenador en la semana. Por otra parte, de los 7 partidos que se jugaron de local, la gente de Quilmes no fue hostil con el técnico salvo en el último. En el resto primero alentó y en el final pidió al “Huevo”. Es bueno destacarlo, porque quizás con el tiempo se digan otras cosas.

Ahora, ¿Por que Milton Bell también sigue el camino de Pepiche? Quizás con el correr de este análisis se habrá expuesto que el jugador era más bien victima y no victimario. Podemos destacar que en los últimos partidos se lo vio díscolo, y su performance fue muy baja, pero también fue el común denominador de todo el equipo

Pues bien, hay algo que este periodista no domina: la intimidad del vestuario. Los dirigentes deben saber algo que no es público, y les queda el beneficio de la duda.

De puertas adentro un equipo no se soluciona mágicamente con el solo corte del técnico. Si en verdad existían otros problemas (paciencia, el tiempo los dirá) entonces el corte de Bell fue acertado. Mas aún si el reemplazo es un pivote.

Queda afuera de este análisis el trabajo de los dirigentes. Como sé que habrá muchos comentarios referidos a los que los directivos realizaron de un tiempo para esta parte, es que me apresuro a decir que habrá mañana una nota hablando de ellos y su parte de la culpa.

El objetivo principal de esta retrospectiva hacia la vida de Quilmes como equipo quiso sostener que los problemas de adentro le ganaron a los problemas de afuera. Pepiche y Bell no se fueron de Quilmes por la gente, los dirigentes o los periodistas. Se fueron por errores propios.

Un final anticipado, para un lento telón que se baja.

Pablo Tosal
www.pickandroll.com.ar