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DE JUNIOR A SENIOR (por Aito García Reneses)

Para conseguir la formación integral del jugador de baloncesto no sólo hay que considerar los aspectos físicos y técnicos sino también su formación humana.

Es unánime la consideración de que los jugadores de los años ochenta han formado la mejor generación que ha existido en nuestro baloncesto. Hay que englobar aquí a un extenso grupo de jugadores de los que sobresalieron Corbalán (1952) Epi (1959) y Fernando Martín (1962).

La generación posterior, la de los noventa, no ha conseguido superar, ni tan siquiera igualar, a sus predecesores a pesar de que consiguieron ser mejores física y técnicamente. Donde eran claramente inferiores era en la fortaleza mental y en la capacidad de sacrificio.

No consiguieron una formación humana similar.
Demasiadas veces no se tiene en cuenta este aspecto para valorar a un jugador.

No ayudó, para que completasen una mejor formación integral, el que demasiado jóvenes tuviesen salarios muy altos y una fama como si fuesen jugadores

consagrados. Por otra parte, el porcentaje de jugadores de los ochenta que continuaban estudios universitarios fue muy superior al de la generación de los noventa. Igual sucedía con otras actividades (como trabajar, por ejemplo) que también podían ayudar a completar la formación integral. La actual generación, la de los últimos años de los noventa parece que ha reducido distancias.

El objetivo fundamental de este artículo es, una vez hecho este análisis, intentar ayudar para que la próxima generación sea consciente de la importancia de todo lo comentado.

Considerando los resultados de los Campeonatos de Europa de los últimos años, en categorías de formación, España está en primera posición de Europa, mientras que no ocurre lo mismo en categoría senior. La culminación de estos buenos resultados ha sido la medalla de oro, por primera vez conseguida por cualquier equipo masculino español, en el Campeonato de Europa junior de 1998.

CAMPEONES DE EUROPA JUNIOR 1998

Hay que tener en cuenta también que las edades Junior son actualmente inferiores en un año a cuando la Selección Junior fue subcampeona de Europa, con Epi entre sus integrantes.

¿Servirán estos buenos resultados para que cuando estos jugadores sean maduros puedan repetir el éxito de la generación de los años ochenta? Dependerá de que continúen, o no, su progresión.

Dos aspectos son necesarios para que la respuesta pueda ser afirmativa:

1. - Que los jugadores (y su entorno) crean que deben de seguir mejorando a los 19, 20, 21, 22, 23... años a todos los niveles - físico, técnico y también humano -.

Eso es difícil en sí mismo y más aún cuando alrededor no se les estimula para ello, cuando se les anima más a demostrar lo que ya saben, que a continuar su progresión.

2. - Que las estructuras para que esta progresión se pueda producir sean adecuadas.

Antiguamente la Liga Nacional era suficientemente adecuada como para que los jugadores pudiesen compaginar otras actividades complementarias. Además tenían la oportunidad de ganarse un peso específico importante en su equipo que les permitía continuar su mejora técnica.

Actualmente la ACB no cubre ninguno de esos dos parámetros. Tampoco debemos pretender que lo haga puesto que sus objetivos no deben ser los formativos, primordialmente, sino los de intentar el mejor espectáculo posible.

Entonces, ¿Cómo se puede conseguir que los jóvenes de 18 a 23 años continúen mejorando? ¿En la EBA?.

Pues, por ahora, sí. Deben entrenar bien para aprender más y hacerlo en unos horarios que les permitan, con cierta facilidad, completar su formación en otras áreas distintas al baloncesto. Y competir al más alto nivel posible.

Por otra parte, se debería trabajar para potenciar lo más posible esta categoría prestigiándola de tal forma que todos se encuentren más cómodos (para trabajar duro, que no se entienda mal). Con buenas instalaciones, buenos entrenadores, con los jugadores motivados y con público que preste apoyo a su esfuerzo con su ánimo y presencia. Y con una competición del más alto nivel posible, extendida a todo estado, para jugadores de esa edad.

Si a todo esto le añadimos la importancia de los estudios para ayudar a una formación personal más completa que, por supuesto, impida “vegetar” en unos años fundamentales para la formación del individuo, nos sale casi sin querer: la solución ideal: una Liga Nacional Universitaria

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