Por una cabeza

Hay una única verdad que marca un clásico: No importa jugarlo bien, los clásicos hay que ganarlos. Se pone en juego el prestigio del barrio, de la ciudad o del país, se pone en juego el honor. No se trata de jugar bien, se trata de llegar primero a la meta. Y Peñarol superó a Quilmes por un punto.

Un partido que se cierra como el de anoche es indefendible desde los argumentos, los dos hicieron lo mejor para ganar, pero el que se llevó el juego lo cerró mejor. Lo ganó y eso es todo lo que hay que saber. El resto es anecdótico.

Quedará este ensayo de crónica olvidada por los festejos, por los gritos de euforia de unos y la desazón que rompe el alma del otro. Un clásico no vive en la argumentación de juego. Un clásico no trata quien es mejor equipo. Un clásico solo se entiende desde el corazón, y la victoria es el detonante de la mayor alegría deportiva que brinde la vida o el dolor de pecho, profundo, hiriente que viene desde el alma en la derrota.

Pondremos en palabras las cosas que pasaron, pero entendiendo siempre que por más que en el plano técnico fue un empate, nada de esto servirá para explicar la victoria.

El partido se dividió en dos segmentos bien claros, el primero a todo gol y vértigo, y el segundo muy poco claro en ofensiva, donde dentro de la paridad, para los jugadores se hizo pesada la mochila de definir el partido.

Peñarol lastimó con Ford (14 puntos), mientras que Gray contestaba por Quilmes (11). En la velocidad del partido, Peñarol dominó los rebotes y cometió menos errores que Quilmes, por eso sacó mas diferencia. No fue abiertamente superior, pero si lo necesario para estar arriba. Tiró para 53 y metió el 56% de sus lanzamientos. En cambio Quilmes tiró apenas para 36, pero su porcentaje fue bueno: 63%. Lanzó mucho menos por las pérdidas y los rebotes.

En el segundo cuarto la tortilla se dio vuelta. De los 12 cuartos que hasta aquí se llevan jugado en la temporada entre Peñarol y Quilmes, el cervecero disfrutó de sus mejores 10 minutos.

Contundente, veloz, con una gran marca del perímetro y con dos solos de Violín dentro de una gran orquesta: Pablo Gil (14 pts, 2 recuperos, 1 asistencias y rebote) y Luis Cequeira (12 puntos, 2 recuperos, una asistencia, una tapa). Ellos dos “se comieron” la media cancha rival.

Peñarol que había perdido solo una pelota en el primer cuarto sumó cinco en el segundo y mientras Quilmes le dio vuelta el juego, no hizo nada, ni desde adentro ni desde afuera.

El equipo de Bianchelli – Mangone metió un parcial 17-0 en 3 minutos 30 segundos, mientras Narvarte no metió un solo cambio ni pidió minuto. Confiaba en los suyos. Pero en busca de revulsivos, salieron los dos extranjeros: Okenwa y Ford. Entraron Barrios y Coronel. Con un equipo más bajo equiparó el desarrollo pero debió sufrir un parcial 2-22 que lo dejó abajo por 14: 34-48. Pablo Barrios metió 12 puntos en el parcial y sostuvo la debacle. “Tato” Rodríguez sólo sumó 6 puntos (todos desde la línea) y se fue al descanso largo con resultado a todo gol: 51-58.

El reto en el vestuario sirvió de revulsivo. El partido cambió como si fueran otros los equipos que regresaban a jugar. Habrán pensando en la locura de seguir a 200 Km por hora y decidieron bajar varios cambios.

El partido se volvió lento, defensivo y errático, así como también creció en emoción dentro de la paridad.

Hubo un detalle significativo. Quilmes no pudo controlar sus ansias de triunfo. Tenía ganas de ganar y venia dulce. Salió a tirar todo y le fue muy mal (5/10 en dobles y 0/7 en triples). En vez de ser inteligente para administrar el balón lo quiso liquidar ahí mismo, en el tercer cuarto.

Con el bajo porcentaje, Peñarol hizo “clink caja”. Tomó el rebote en defensa y gozó de lo que más le gusta: correr el contraataque. Se puso en partido, y llegó a una recta final de equilibrio y emoción.

Entraron igualados en 70 al último cuarto, y ganó Peñarol 11-10 el último cuarto porque se equivocó menos. Los dos dejaron el pensamiento estratégico para una mejor oportunidad y jugaron casi siempre situaciones individuales por conceptos.

Pablo Gil gozó de un noche a todo gol (lo condicionó la cuarta falta) pero fue el único de su equipo que encontró el aro (8 pts) en el último cuarto. Gray estaba desaparecido. En cambio Peñarol contó con Sherrel Ford.

El ala pivote de Peñarol ya entró en la galería de los grandes del milrayitas. Metió 6 puntos claves en la final, cuando los minutos finales enfrentó en un duelo exquisito a Esteban De la Fuente. Anotó por su enorme capacidad ofensiva y por cansancio del gladiador quilmeño.

Podrán argumentarse si las tres faltas que Quilmes dio en los últimos 50 segundos fueron necesarias o apuradas, pero Peñarol tuvo como virtud divina encarar siempre en los instantes finales y Ford encontró el hueco para anotar el doble de la victoria.

Del otro lado, con 10 segundos, Quilmes armó la última jugada y Esteban De la Fuente, (maltrecho en un tobillo) se mandó en la estocada final, pero se quedó largo. Una injusticia para él en lo particular que fue de lo mejor de la cancha. Pero las victorias no se merecen, se obtienen. Habrá palabras para De la Fuente en esta misma página más adelante, pero no dentro de esta crónica que se pintó de azul y blanco como el Polideportivo.

La historia se vuelve a repetir. El ganador fue Peñarol, que esta vez compartió los méritos de la victoria pero selló el mismo resultado de toda la temporada ante Quilmes. En la línea de llegada se dictaminó que la victoria fue por una cabeza, aunque esta vez el festejo fue más largo que nunca.

Síntesis
Peñarol (81): Sebastián Rodríguez 12, Juan Manuel Locatelli 9, Claudio Farabello 12, Sherrel Ford 24 y Emeka Okenwa 6 (FI) Fernando Titarelli 0, Pablo Barrios 12, Alejandro Coronel 6 y Marcos Mata 0. DT: Guillermo Narvarte.

Quilmes (80): Gustavo Fernández 0, Juan Pablo Sánchez 7, Pablo Gil (x) 30, Claudio Chiappero 6 y Evric Gray 18 (FI); Esteban De la Fuente 5 y Luis Cequeira 14. DT: Javier Bianchelli y Alejandro Mangone.

Parciales: 30-23, 51-58 y 70-70.
Árbitros: Eduardo Bellón y Marcelo Latorre.
Estadio: Polideportivo Municipal (5600 espectadores)

Pablo Tosal
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