“Traición” de gavilanes

Los clubes se enojan con los jugadores y sus representantes, pero no se atreven a reconocer que el verdadero problema está en la traición que se prodigan mutuamente haciendo por detrás todo lo que niegan en las mesas dirigenciales.

La ciclotimia ha sido una de nuestras características como argentinos. Así como hemos pasado épocas terribles que nos han hundido en la más profunda de las depresiones, logramos tocar el cielo con las manos construyéndonos nuestras propias mentiras que nos hicieran creer que el temporal había terminado.

Vivimos la plata dulce y el deme dos. La primavera alfonsinista y la mentira del uno a uno depositándonos en un falso primer mundo. Pero no aprendimos.

Luego de los cacerolazos y las muertes de Diciembre del 2001, el default y el riego país por las nubes que nos transformaba en poco confiables otra vez, volvimos a embelesarnos con la era del pingüino. Nos comemos el discurso de que ahora si todo va a mejorar. Reducimos la deuda externa, los alquileres aumentan, la canasta familiar no para de subir. Porque parece que nos va bien, muy bien.

El básquet no escapa a ésta cortina de humo. Así como hubo épocas en las que se pagaban sueldos extraordinarios regresamos a un mercado convulsionado. Encandilados por el reflejo que emana del oro olímpico, el subcampeonato mundial y la legión argentina representándonos de maravillas en la NBA y en Europa. Por tal motivo, de repente creemos que estamos en otro nivel y los números de los contratos se disparan y los presupuestos también.

Hace unos años atrás, no muchos, casi todos los equipos de la Liga Nacional dependían de la plata de la televisión para animarse a encarar una nueva campaña y contar con un monto de 600.000 pesos era una bendición. Sólo dos o tres equipos pretendían pelear el título y se acercaban al millón en procura de la gloria.

Hoy, con jugadores pidiendo 250.000 pesos anuales, con padres pretendiendo 150.000 pesos para sus hijos y con intermediarios negociando el mejor futuro para sus representados en valores de cuatro ceros no hace falta ser muy pretensioso para superar los seis dígitos a la hora de conformar un plantel.

Basta con acercarse a las mesas de dirigentes para escuchar las frases de disconformismo cuando no las de enojo. Se enardecen con los protagonistas y se quejan de un mercado que se dispara. Pero no se equivoquen. Enfoquen su ira hacia el verdadero blanco. Los clubes.

¿Si un jugador nacional puede ganar más de 150.000 pesos anuales cuánto estarán dispuestos a pagar por los americanos? ¿Cuantos clubes aguantarán el ritmo sin complicar sus finanzas? ¿ Es lógico juntar un presupuesto que supere el millón de pesos sin que se recupere mediante entradas o sponsors?

Todas las instituciones forman parte de una asociación que debiera velar por sus intereses porque nadie mejor que los dirigentes de cada entidad para saber las vicisitudes por las que atraviesan para conformar una campaña. Sin embargo a la hora de pensar en la configuración de planteles se traicionan sin miramientos.

En la historia de la Liga hubo una experiencia nefasta que fue la categorización. Nadie tiene derecho en señalar que es lo que cada uno tiene que ganar o el monto del contrato que tendría que firmar pero si queremos imitar a la máxima expresión de torneos de básquet que es la NBA pongamos un tope de dinero para confeccionar los equipos. Como en el Super Coach, como en el recordado gran DT de Clarín. Son juegos pero marcan una realidad que tiende a nivelar de tal manera que la competencia no se convierta en una gran mesa de pocker en la que terminen ganando los más poderosos, que nos mienten apurándonos con plata sin que podamos ver la jugada y se llevan el pozo sin generar sus recursos de manera genuina.

Hoy, ésta opinión ofenderá a los que recojan el sallo. Mañana cuando el final de la película vuelva a repetirse y los clubes fundidos desaparezcan o caigan en convocatorias de acreedores o perezcan quebrados, será tarde para lamentos. Sobran los ejemplos. La novela ya empezó. Ya la vi, conozco como termina...

Carlos “Cachacho” Pascual
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