Violencia mientras siga el Vale Todo

Otra vez la violencia como tema de conversación. Un pibe que termina con la cabeza rota, al parecer mágicamente ya que nadie le habría pegado, jugadores que se ven denigrados en la más grandes de las humillaciones como puede ser recibir un escupitajo, digno de actitudes incivilizadas tercermundistas, árbitros que tienen poder para parar un partido (siempre y cuando sean ellos solos los perjudicados) y dejan seguir como si nada, dirigentes que obvian todo tipo de recaudos para ahorrarse $2.50 en una operativo policial mas acorde al espectáculo (siempre y cuando pensemos que fue eso y no incapacidad) y jugadores que provocan a la gente como en un duelo de vaqueros del lejano Oeste.

¿Qué es todo esto sino un pandemonium?. Un caldo de cultivo para que todo termine mal sin que nadie pueda decir que la culpa fue de otro.

Hace años se tomó la decisión de no jugar más Super clásicos en Once Unidos. Luego se aumentó el número de efectivos policiales en el Polideportivo a 90, más tarde a 115 y ahora son 150. Lo mismo pasó en el fútbol y pronto pasará en los campeonatos de tejo en la playa.

Vamos con una obviedad: La sociedad fue cambiando, mal que nos pese a los defensores de la No violencia, hacia un costado mucho más violento, en cada ámbito y en cada disciplina.

Los dirigentes de cualquier área lo saben (o deberían saberlo) y actuar en consecuencia. Se monta un espectáculo entre el puntero de una competencia (que traslada 500 simpatizantes) y el escolta, que quiere ganar en una verdadera final. Hasta el más desprevenido sabe que se está en las puertas de un problema. En Mar del Plata Quilmes y Peñarol juegan de local, sin presencia de hinchada visitante con un mínimo de 25 efectivos policiales. ¿Alguien cree que esto se produce por amor a la policía?.

Si alguien creyó que en la bombonerita, con 8 efectivos más preocupado por cuidar a los árbitros que al espectáculo, iban a pasar el buen momento, entonces algún organizador del espectáculo debe dar explicaciones. Es hora que alguien se ponga los pantalones largos.

Ayer la Asociación de Jugadores mando un reclamo a la cordura en formato de carta con un montón de verdades. La falta de accionar de los árbitros, la violencia de la gente. Lo único que no mencionó fue la locura que llevaban encima algunos jugadores de Boca.

De todos modos, y a los efectos de tener un panorama completo de la realidad de nuestro básquetbol habría que salir un poco de los hechos del domingo en la Bombonerita y atacar el fondo del conflicto.

Ya se ha dicho incontables veces desde esta página pero es necesario aclararlo una vez más: mientras el ente que establece las reglas del juego (Asociación de Clubes) sea un circo, difícil es que se solucionen los problemas.

Esta temporada hemos asistido como si nada hubiera pasado a situaciones grotescas sin explicaciones. Se vio por ejemplo a un sacado Leo Gutiérrez buscando golpear al árbitro Estévez, separado por sus propios compañeros. Dos días después el ala pivote de Boca era figura decisiva en la victoria de su equipo en tiempo suplementario. La sanción cayó mucho después y fue mínima. Cuando la AdC pierde de vista las sanciones ejemplificadoras y cae en la desidia y la corrupción (se habla de corrupción en el sentido de corromper el espíritu del reglamento) se termina prostituyendo la idea de un juego limpio.

Después, Madryn no clasifica al super 8 por quita de puntos porque sus hinchas le pegaron a Martín Pasquinelli, siendo también que el jugador había provocado a la gente, después el club envía el video con la parte de los incidentes editada. Cuando todo esta podrido, no hay forma de corregir el carro. En Mar del Plata, días pasados, la delegación de Gimnasia de Comodoro se vio retrasada 45 minutos para salir de Once Unidos porque inadaptados le rompieron los vidrios al micro. Y nada pasa.

Desde este punto se entra en otro terreno de difícil solución. Es imposible jugar toda la liga, todos los partidos, en el único estadio que ofrece garantías: el Polideportivo Islas Malvinas de Mar del Plata. En un país empobrecido, los escenarios son pobres. En esta Liga Nacional hay muchos Gimnasios (no estadios) que no pueden ser habilitados para jugar como Once Unidos, el Socio Fundadores, la Bombonerita, Sionista, José María Bértora de Gualeguaychú, el Coliseo del Boulevard de Junín. Seguramente los hinchas pasionales estarán gruñendo de bronca al leer esto, pero es la más sincera demostración que uno debe ser honesto al momento de trazar una definición.

Como no hay plata para construir estadios dignos y estos gimnasios son todo lo que hay, entonces hay que obrar en consecuencia. Se dio un paso adelante con la obligatoriedad de construir paneles de protección para los bancos de suplentes y mangas de accesos a los vestuarios. Pero no es todo.

Los árbitros tienen la potestad de suspender el juego si son salivados dos veces. La Asociación de Árbitros ha generado un sistema de protección tan grande ante la incultura de la gente que evitó tragedias en los partidos. Perfecto. Ahora a los jugadores los pueden escupir tranquilos que nada pasará. Incluso en un acto digno de los récords de Guinness Maurice Spillers fue sancionado con un técnico ¡por protestar un escupitajo!. Los árbitros del partido Boca – Peñarol deberían dar un completo informe (y un mea culpa) de porque no suspendieron el partido, o bien desalojaron a los hinchas.

A su vez, no es gratis la bronca que los hinchas de Peñarol (por citar este ejemplo) han tomado con Martín Leiva. Son los jugadores los que se encargan (con todo éxito) de alimentar el odio de la gente, que de por si, sólo por vivir en este país, llega a la cancha con mucha adrenalina. Los jugadores profesionales deben tener una conducta intachable ante la gente. Les guste o no les guste. Y si son escupidos negarse a jugar.

No es de cobarde abandonar el juego ante esas circunstancias, sino es poner en evidencia las falencias organizativas de la competencia. No es excusa la reacción de Leiva y Gutiérrez porque la gente los escupió o insulto o arrojó botellas. Si aceptan esa degradación como regla en vez de proteger su dignidad como jugador, entonces no deben reaccionar.

Para cerrar quiero ejemplificar con un caso del que habla todo el país basquetbolístico y que viene al caso: los comentarios libres en Pick and Roll.

Un amigo, días pasados, me preguntó si se podía hacer algo con los comentarios ofensivos. La respuesta fue: Si, comprenderlos.

En Pick and Roll, llega un promedio de 250 comentarios por día. El 85 % son editados, el 10% son eliminados (deberían ver lo que dicen, no hay formas de editarlos) y el 5% sale con fritas. Digamos, se suprime todo aquello que tenga que ver con la intimidad de una persona, como deben escribir novias despechadas que han sido abandonadas, y ex amigos traicionados, uno se entera de cosas que no se quiere enterar. Pero no se publica. Tampoco se publican apellidos, no se publican degradaciones a las personas y se trata de publicar en el caso particular de jugadores-técnicos-dirigentes solo situaciones profesionales.

Sucede que un hincha para decir que un jugador es malo lo trata de “perro”, para decir que no tuvo actitud le dice “pecho frío”. Pero es lo que hay. Lo que si dejamos como folklore son los intempestivos cruces apersonales de club a club. Por eso salen cosas como: ¡vamos Sportivo Tuerca carajo!

Lo que Pick and Roll no hace (a diferencia de la AdC) es desconocer el mundo donde vive. Que vamos a descubrir ¿Qué en la Argentina hay villas miserias? ¿Qué el nivel cultural se fue al demonio?. No se puede barrer y ocultar la mugre bajo la alfambra. La casa esta sucia y se muestra como tal.

Pick and Roll por una cuestión de preservar el espíritu y el idioma modifica el lenguaje de los comentarios y saca palabras como CULO ROTO O CAGÓN pero también vivimos en este país, las escuchamos y decimos de manera cotidiana. Ahora si las pusiéramos, todos se horrorizarían. No hay peor cínico que el buen burgués.

Finalmente quiero dejar en claro una postura. No se promueve a la violencia dejando pasar inadaptados: a las canchas, a los foros de comentarios, a la vida de una persona. Más bien se promueve a la violencia desde la ineptitud, desde la desidia, desde la falta de recursos que antecedan a los problemas. Esto está en manos de quienes rigen la competencia y son ellos lo que deben frenar la violencia. Como en la NBA que cada sanción te deja temblando la pera.

Mientras desde la Asociación de Clubes siga el vale todo, entonces uno debe ir comprando un casco para ir a la cancha. Porque mañana le toca a cualquiera.

Foto de tapa: Gentileza Diario Olé

Pablo Tosal
www.pickandroll.com.ar