Un auténtico clásico

Mucha emoción en un clásico jugado con la piel. Se impuso el que mejor argumento encontró para atacar el aro en los momentos claves. Fueron David Jackson y Byron Johnson los que brillaron en una noche que necesitaba alguna estrella para destrabar la paridad. Quilmes no lo tuvo, no encontró el jugador distinto que los guíe a la victoria.

Siempre hubo, hay y habrá mucha riqueza táctica en un duelo clásico donde el condimento emocional es muy alto, pero anoche fue distinto. Las requisitorias de los técnicos, la preparación teórica quedó soslayada bajo la enorme presión que tenían los jugadores. Uno por ser amplios favoritos, otros por tener la necesidad de ganar.

El primer cuarto fue una síntesis del partido. Hubo dominio de Peñarol de principio a fin, con el resultado como vaivén. Le sacaba 7, Quilmes descontaba, y así se repetía. Hubo una luz de 9 (14-23) y la diferencia final del primer segmento cerró en 6 (17-23). ¿La diferencia? puede caer con peyorativo con el trabajo de equipo, pero esa distancia no fue más que los dos triples que Peñarol convirtió (2/3) que Quilmes no (0/3). Los tiros en el campo se tomaron en similares circunstancias.

El partido abría dos interrogantes. ¿Cómo hacía Peñarol para tomar tantas segundos instancias? (y vivir de ellas) y ¿Podría Quilmes conseguir gol exterior?.

En el segundo cuarto la película siguió con el mismo guión. Esta vez con Alejandro Diez y Ale Reinick Peñarol también encontró mucha sobrecarga al tablero rival. En total tuvo 11 rebotes ofensivos en el primer tiempo. Estas segundas instancias desarmaron y arruinaron la buena defensa que había construido Quilmes.

En líneas generales (no siempre) disimuló bastante bien el rulo que siempre tiene para marcar el pick and roll. Esta vez, hizo un trabajo prolijo. Peñarol no insistió tampoco mucho con esa jugada.

La visita, cerrado los caminos intentó abrir la defensa a fuerza de triples pero con mala puntería (2/7). Por el contrario, Quilmes tomó más peso con acciones cercanas al canasto de Calderón (4 pts) y Cowan (6 pts). Apenas con dos triples, se puso a tiro (31-32) con un parcial 17-9. Quilmes llegó al 33-34 con seis faltas cometidas y ninguna de Peñarol.

Esta vez el cervecero no quería lucir tibio en defensa, usaba fuoles muy violentos como para marcar territorio, en un clásico donde había mucho en juego. Salvo un par muy discutibles los árbitros estuvieron bien.

Peñarol cerró mejor el cuarto con un triple de Picarelli y la aparición de Byron Johnson. Por entonces David Jackson decía ausente, ahogado por la marca de Dixon y Román González había perdido peso en la pintura. En Quilmes no aparecía Dixon (jamás le llegó el balón) y Maciel apenas en los 7 minutos que jugó anotó un triple en su único intento al aro. Fue 35-43 para los primeros 20 minutos.

El tercer cuarto fue intenso, muy luchado y con la gran noticia de la aparición definitiva en escena del mejor extranjero de la Liga. A Peñarol se le complican cosas, tocan diana, suenan las campanas y aparece él: David Jackson. Es un soldado con el deber de ayudar a su equipo y sin chistar hace todo, y más.

Dos triples, un doble y una falta le dieron 9 puntos en el cuarto, para apoyar un momento de debilidad ofensiva de Peñarol. Quilmes logró la primera seria de tres defensas seguidas en la noche. Esta página se tomó el trabajo de contar cuantas veces seguidas lo podía defender Quilmes a Peñarol. La cuenta siempre es la misma: una y una en el mejor de los casos (una defensa por un gol convertido en la siguiente).

De todos modos, por fin apareció el gol perimetral cervecero. Como Fernando Malara no estará hasta los play off, Sergio Hernández tiene que ir pensando que hará con el puesto del alero. Anoche en el tercer cuarto, por un rato Byron Johnson se ubicó de tres, al lado de Reinick y Román. Pero apareció Pablo Gil, con dos triples saliendo bien de las cortinas y otros dos de Maciel para que Quilmes se venga encima (56-58) a falta de 1:25.

Cuando el milrayitas sacó una luz de 5 (58-63) con un triple de Jackson, en la última jugada del segmento, Esteban López chocó contra Román González en la cortina, retrocedió por el topetazo al menos dos metros y sobre el eje de cancha y cayéndose ensayó un tiro de 9 metros (bueno… en realidad un lanzamiento que no tiene definición, una especie de gancho de Kareem Abdul Jabbar pero desde el piso), la pelota tomó vuelo, sonó la chicharra anunciando el final del segmento y el balón entró limpito, moviendo las redes y dándole vida a la leyenda del triple más inverosímil que se recuerde, no por la lejanía sino por la forma.

Ese triple monumental que dejó a Quilmes solo a dos (61-63) debería potenciar a Quilmes no obstante el efecto fue el contrario. Lo planchó. Peñarol salió furioso del banco para entrar al segmento final y metió un parcial 12-3 para sacar la máxima de la noche (64-75) en solo cuatro minutos.

La sensación previa era que Quilmes se le iba a venir encima, pero esa reacción de Peñarol fue un anticipo de lo que fue el final. Siempre tuvo recursos ofensivos a manos. Nunca debió penar más de un minuto sin convertir. Fue difícil para el cervecero seguirle el ritmo.

Sin embargo otra vez el corazón de Quilmes, dejando todo. Se puso muy rápido en partido (71-75) en apenas un minuto y medio. Par-ti-da-zo.

Desde allí hasta el final la distancia de cuatro puntos se negoció en el orden de los 3 a los 5 puntos, augurando un final cerrado. Al equipo de Esteban De la Fuente le faltó el punch final para dar vuelta el partido de manera definitiva. Cuando fue a buscar el triple pasar al frente, o la jugada que lo deje arriba, fracasó. Por el contrario, Byron Johnson y David Jackson en el parcial final hicieron realidad la victoria de su equipo. Fueron Individualmente los jugadores “distintos” del clásico.

Hernández siguió probando formaciones con Picarelli de uno, Tato de dos y Jackson de tres, o Tato de uno, Muruaga de dos y Jackson de tres. A veces con Ale diez jugando a entrar para defender al alero rival. Pero el cansancio de Jackson era notorio (y el del equipo). Por eso se encendió Dixon (9 pts), por eso Sergio Hernández dirigió el último cuarto un metro dentro del rectángulo, para que no se cayeran sus jugadores, obligando a volver defensa a los gritos.

Quilmes lo dio todo pero no tuvo ni siquiera un triple en el último cuarto. Maciel que terminó jugando de cuatro cerró su planilla con 3/4 en triples, pero no tiró más porque no tuvo espacios.

En el minuto final. Dixon fue a la línea de libres con 59 segundos. Metió solo uno y dejó a su equipo abajo por 4 (79-83). Allí una excelente jugada ofensiva de triangulación encontró a Byron Johnson por el eje, el moreno se mandó y terminó con el doble y la falta de Maciel. Convirtió el libre adicional y dejó el partido 79-86 a falta de 39 segundos. Asunto liquidado. Todo lo que le costó remar y a falta de 30 segundos seguía estando abajo por 7. Imposible. Se cerró el juego con un delirio único en las tribunas, la hinchada de Peñarol que celebró el partido como se lo merecía. Porque fue un partidazo, porque volvió a jugarse el clásico, porque se repitió la máxima fiesta del básquetbol que brinda la liga nacional. Esta vez, con un clásico ganador.

Síntesis
Quilmes (81): Hernando Salles 7, Pablo Gil 14, Carlos Dixon 13, Nicolás Romano 12 y Jaz Cowan 13 (FI); Maximiliano Maciel 12 (x), Pedro Calderón 7, Esteban López 3 y Ezequiel Dentis 0. DT: Esteban De La Fuente.

Peñarol (88): Sebastián Rodríguez 10, David Jackson 24, Sebastián Vega 4, Byron Johnson 20, Román González 13 (FI); Lucas Picarelli 3, Alejandro Diez 7, José Muruaga 5 y Alejandro Reinick 2. DT: Sergio Hernández.

Parciales: 17-23, 35-43 y 61-63.
Árbitros: Pablo Estévez y Juan Fernández.
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas (4800 espectadores)

Foto: Gentileza Carlos De Vita

Pablo Tosal
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