Tiempo de revoluciones

No todas las revoluciones son violentas. Las culturales o deportivas llevan cambios profundos y evidentes, que dejan marca en la sociedad que las realiza y se ocupan de cambiar de modo radical los estamentos preexistentes.

Para que haya una revolución debe haber un modelo agotado y que no se adapta al beneficio o gusto de todos. La historia de la humanidad es una muestra de continuos y profundos cambios.

Muchos cambios se dan sin establecer nada escrito, como estímulos innatos a una coyuntura. En nuestra moderna era democrática hay varios ejemplos: la gente tomando la plaza en Pascuas del 87 ante el levantamiento carapintada, los primeros piquetes en Tartagal, la organización de las ollas populares en el final del ciclo Menem, el uso masivo del celular e Internet en la vida cotidiana, son todas respuestas sociales sin haber planes trazados. Surgen de la necesidad de una respuesta inmediata.

De todos modos en esta nota profundizaremos en la necesidad de un plan para un cambio en nuestra manera de querer y cuidar a la Liga Nacional, patrimonio de todos los que vamos dos veces por semana a ver básquetbol en nuestro país.

En cada presentación que tenga que ver con el básquetbol argentino he leído y escuchado al menos cien veces en los últimos diez años que a La Liga Nacional hay que cuidarla. Es una frase que hoy termina siendo difusa: lo dice Eduardo Bazzi, presidente de la AdC, lo dicen otros dirigentes de la AdC, lo dicen otros periodistas, lo dicen los técnicos de liga, lo dicen todos. Lo digo yo.

Lo que nunca llegamos a charlar seriamente es cómo se debe cuidar. Porque en definitiva la política de derecha e izquierda en el mundo tienen la ambición de llegar al mismo punto: un planeta en paz, ordenado y digno de vivir. Lo que difieren son los caminos.

Las ideas originales siempre son buenas, ya sean monarquía, aristocracia o democracia; el problema son sus deformaciones (o sus formas corruptas) cuando cambian a tiranía, oligarquía y demagogia respectivamente.

El problema actual de la Liga Nacional es que la Asociación de clubes mutó y ya no tiene el espíritu fundador. Hoy se cuidan intereses personales, intereses colectivos que no tienen que ver con los clubes, intereses de preservación en el marco de ideas que van quedan obsoletas, un paso atrás de la velocidad en que este siglo 21 avanza. No hay duda que quieren cuidar a la Liga Nacional. Aunque claramente ya se han quedado sin respuestas y sin dudas deferimos en el criterio del camino que adoptan.

Deberíamos preguntarnos dos cosas ¿Quién no quiere cuidarla? ¿Y cómo se cuida?

Si la respuesta a la primera pregunta es: Cualquier allegado que critica el modelo, pues bien, entonces bienvenidos los que no la cuidan, porque en la diferencia de opinión vive el avance.

En cambio si la respuesta a la primera pregunta tiene que ver con los juicios a la AdC podríamos estar más de acuerdo, aunque también diferimos en el camino. Hay una crítica siempre elíptica y de entre líneas a los árbitros, que cuando se retiran piden su dinero a la AdC, modelo que se hizo costumbre después del juicio del árbitro Jorge Morillo. La AdC se preocupa por los juicios que rompen las arcas de su entidad pero al mismo tiempo, part del dinero que ingresa por publicidad a la AdC va directo a una cuenta (no se reparte entre los clubes) para que los juicios venideros tengan un respaldo para poder pagarlos.

Es decir, engordan al hombre que será víctima de los caníbales.

“Cuidar la liga” no tiene una definición semántica. No tiene puntos en una carta orgánica, no responde a un juramento de una logia, en realidad no dice nada. Lamentablemente termina siendo como la interpretación de la Biblia, de la cual se desprende la posibilidad de matar a una persona de modo justificado o poner la otra mejilla si el caso lo merece.

Con la frase de “Cuidar la liga” podemos caer en la tentación de callar el horror y no decir las barbaridades que nos aquejan de modo cotidiano. ¿Para qué? ¿Para qué la gente no sepa como estamos y las publicidades vivan una irrealidad?. Es peligroso callar.

Vamos a proponer cuidar la Liga como se cuidan las cosas que uno quiere: con verdades. Estableciendo un cabildo abierto, que discuta con sinceridad los problemas y se planteen soluciones con voces calificadas, que se debatan fortalezas y miserias sin la presencia de intereses personales.

Los intereses por ejemplo que manejan los dirigentes de clubes que gestionan para que la Liga No Crezca en función de que su club tenga cierta hegemonía, ya sea deportiva o económica.

Siendo brutalmente honesto, los periodistas callamos muchas cosas malas, principalmente por no tener pruebas que testifiquen lo que nos cuentan, pero también por miedo, por no quedar solos en la protesta, por intereses personales, por intereses de medio, por abyectos, genuflexos y advenedizos, hay de todo en la vida del señor, pero que nos enteramos, no caben dudas. La familia es chica.

De hecho el básquetbol, segundo deporte del país para muchos (algo que para mi dista de la realidad) en verdad se parece mucho a un Ghetto. Estamos encerrados en nosotros mismos y todo lo que sea de afuera, ideas que tiendan a buscar otras veredas, no son bien miradas del todo.

Veintisiete ediciones después de comenzada, La Liga Nacional llega a un lugar privilegiado con la propuesta de Mercedes Benz de regalar una camioneta “Sprinter” para el afortunado que la emboque desde la mitad de la cancha en los partidos televisados.

Ahora que tenemos a la chica linda para invitar a cenar, nos daremos cuenta que no tenemos donde llevarla. Las canchas serán las mismas que el año pasado, la asistencia del público también, la audiencia de los partidos por TyC Sports o TyC Max será la misma, con suerte andarán los relojes de 24 segundos, con suerte no lloverá ni habrá goteras. Hace cuatro años atrás la Liga echó a Movistar como sponsor, ruego que no pase lo mismo (y que la gente gane varias camionetas).

Dijo Julio Lamas ayer en la conferencia de presentación de la Liga que se debería invertir parte del presupuesto en infraestructura, en organización, no todo en el equipo. Una visión tan clara recibe respuesta de aprobación inmediata: todos gritamos ¡Es Verdad! ¿Y después?. Después la frase, tan oportunamente dicha, cae en el olvido.

Sobre los puntos positivos, rápidamente estaremos de acuerdo. Deportivamente es donde la Liga tiene su sustento inobjetable. Desde el papelón que hizo River Plate, dejando un arrastre de deuda doloroso con los jugadores en la temporada 2005/06 hasta hoy, los clubes han hecho frente con avales a los compromisos asumidos, muchos clubes han gastado fortunas sin conseguir logros, o consiguiendo pocos, pero aún así pudieron pagar lo que habían pactado, algunos en cómodas cuotas pero lo pagan. También es para valorar que desde el 2002 cuando Andino descendió con un equipo poco presentable, al igual que Independiente de Gral Pico el año anterior, que la competencia no tiene que soportar equipos que son un lastre. Hay competencia asegurada.

En el marco de semejante primavera deportiva ¿es necesario pedir un cambio?. Si, urgente. Es hora de trazar un rumbo muy distinto. Serán las sociedades sin fines de lucro las que sigan administrando nuestros clubes, pero no deberían serlo en los equipos, será la pasión de la gente (que va a la cancha cuando gana y no va cuando pierde, siempre en todos lados) la que movilice las principales respuestas, pero puertas adentro hay una revolución esperando.

La del profesionalismo dirigencial, la de sumar gente capacitada en áreas pertinentes dentro de la Asociación de Clubes y dentro de cada club. La de trabajar en pos de un bien común y no de bienes individuales o sectoriales. Hay un destino de grandeza del básquetbol argentino que debe reclamarse.

Debe entenderse dentro de una discusión seria que medir a la Liga Nacional por los logros de la selección argentina no es acertado. Las finales de la liga no pueden medir menos de un punto de rating como sucede hoy. Los Sponsors no deben entrar por condiciones impositivas, la gente no debe ir a ver un espectáculo sin saber donde sentarse, los jugadores no deben jugar con 40 grados.

Las justificaciones de una revolución que genere una gestión diferente, moderna y eficaz se desprende que gran parte de nuestros males no se resuelve con plata, sino con trabajo y no hay peor enemigo que la pereza o la ineficacia de la acción. No sólo los estamentos periodísticos se quejan de la perpetuidad en los cargos, también la gente lo hace. Y aún así esto no sería el principal problema, sino llevar las decisiones de la liga a una mesa chica, que siempre resuelve sin el consenso general, sin el visto bueno de gente calificada.

Si existiera un aparato que mida el amor por la Liga Nacional, me someto al desafío de que alguien me supere. Salvo que creamos que “cuidar y querer a la liga nacional” sea callarse la boca.

Pablo Tosal
en Twitter @pablotosal
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