¿Camino a ser el Barcelona del Básquet?

Muchas veces meterse en una análisis de comparación es meterse de cabeza en un problema. Porque las circunstancias temporales y el contexto donde se desarrollan los ejes de la comparación son tan disímiles que hacen imposible trazar paralelos.

Al mismo tiempo, salvando las diferencias lógicas que se pueden estipular entre el fútbol y el básquet, entre Europa y América, entre el llamado “Primer mundo” y los países emergentes creo que las comparaciones son hasta necesarias. Más bien por generar un anhelo, una guía, un deseo de mejoramiento.

Quién más representa a esa máquina inolvidable de jugar al fútbol que hoy es el Barcelona de Pep Guardiola, en el básquet argentino es Peñarol de Mar del Plata de Sergio Hernández.

Comparar detalladamente las organizaciones es imposible. El Barcelona es una de las principales marcas registradas del mundo, justamente en un Universo movilizado por las marcas. Pero si se puede comparar las ideas, independientemente del ámbito financiero.

Cuando Peñarol juega su primera final de la Ligas de Las Américas en Mexicali (México) uno de los finalistas era Minas Tennis Clube de Brasil. Su presidente Sergio Bruno Zech Coelho acompañaba la delegación al igual que lo hacía Domingo Robles, presidente de Peñarol. En una charla que se efectuó en el Lobby del lujoso hotel Araiza el dirigente brasileño sostuvo: Nosotros tenemos 18 mil socios ¿y ustedes?. A lo que Domingo Robles contestó: “Un poco menos”. Para que se entienda el chiste bastaría con decir que Peñarol por entonces sumaba apenas mil socios.

Cuando regresó Robles con la Copa de Campeón de América entendió que sería mucho más fácil ampliar la base societaria para generar un equipo competitivo sostenido por la voluntad de la gente. Lo habló con sus pares y crearon una campaña que se llamó “Peñarol 10 mil” que buscaba juntar diez mil socios del club exclusivamente de Liga Nacional, involucrando incluso una tarjeta de descuento como beneficio en diferentes comercios de la ciudad. La historia dirá que no dio los resultados esperados, los clubes en la Argentina pierden cada vez más socios y la gente elige a los partidos donde ir.

Lo que se debe evaluar es como un club de barrio que tocó el techo de América buscó dentro de sus formas y con sus limitaciones un sendero que le de continuidad en su deseo de ser protagonistas cada temporada.

En la movida dirigencial esta el primer punto de una comparación osada pero necesaria. La dirigencia de Peñarol ha buscado antes que nada (repito) ser protagonista pero también buscó darle una identidad al equipo. No es fácil logarlo dentro de una ciudad que carece de identidad, que posee muy pocos marplatenses de tercera generación, que debe ser la única ciudad del mundo que posee un centro de residentes!. La gente en Mar del Plata en líneas generales le da la espalda a todo lo que es de adentro y mira con buenos ojos lo que viene de afuera. Cosmopolita como ninguna otra, ser marplatense no significa mucho. Hoy no es casualidad que cuatro marplatenses estén jugando la final con Atenas: Sebastián Rodríguez, Selem Safar, Nicolás Lauría y Marcos Mata.

Entre la identidad y el protagonismo, la dirigencia también agregó otro hecho clave que en el básquet argentino suele no usarse: la continuidad. Alejandro Diez, nacido en Olavarría hace 5 años que esta en el equipo. Lo mismo que Alejandro Reinick, santafecino de gran trayectoria quien ya cumple su tercera temporada. La continuidad es parte de la identidad, de saber con el tiempo como es el sentir de ese club, el pensamiento dirigencial, las formas que su público ve y ama el equipo y al básquet.

Hubo para la dirigencia un primer punto basal en la historia: la apuesta a los chicos de la casa, hacer florecer la “filosofía” del club. Fue así que cualquier juvenil que quisiera venir a Peñarol por un año no era tomado. Sobran casos de chicos talentosos que se fueron como vinieron por no querer firmar un contrato de cinco años. Así fue que Facundo Campazzo es uno de los mejores jugadores de la liga, sigue siendo juvenil y tiene su contrato largo con Peñarol. En la comparación se sabe que Barcelona hace de sus inferiores un culto y una identidad de juego. Desde pequeños tienen el respeto por el trato del balón hasta los profesionales.

Finalmente a la hora de elegir también supo llevarse a los mejores. Apostó a Sergio Hernández sabiendo que la presencia del “Oveja” le ponía un piso muy alto, sin saber cual era el techo, pero esa garantía de protagonismo estaba cumplida. Y cuando pudo dar el salto definitivo se tiró de cabeza a conseguir al jugador número uno de la Argentina y lo consiguió. Y para que se ponga de manifiesto la idea dirigencial es bueno destacar que el salario de Leo Gutiérrez no es el techo salarial en la Argentina. Leo no eligió plata sino proyecto. Esto es lo que también lo hace ganador.

Así con una dirigencia comprometida con una idea, un técnico inteligente y preparado, más el mejor jugador argentino de la década (otro día discutimos si de la historia) la ecuación se fue cerrando. Peñarol presenta en cancha un estilo, de exigencia con sí mismo y de convicción ganadora. Quiere ser protagonista y juega para campeón.

Luego llega la segunda etapa. La filosofía del entrenador sobre la base de la idea dirigencial. Aquí es donde uno compara entre organizaciones lo que el Barcelona FC hace con su material humano y la respuesta que Pep Guardiola le da con su equipo.

Con el tiempo se podría decir que Sergio Hernández le ganó a Peñarol. No porque Peñarol no haya sido durante toda su historia un equipo ganador, sino que la pasión siempre tuvo más fuerza que la razón en el mundo milrayitas y Hernández acostumbró a todos a su modo de mando, casi de filosofía Zen.

Sin nivel de estridencias, sin declaraciones polémicas, sin entrar en discusiones, manejando puertas adentro problemas que en otras circunstancias hubieran estallado como bombas, fue su tranquilidad y su experiencia de manejo la que complementó a la dirigencia.

Sergio Hernández hizo de vocero, de gerente de Marketing, de técnico, de psicólogo y su filosofía se impuso. En el medio de un equipo con hinchas pasionales y seguidores dirige sentando, aplaude a los rivales, controla a los propios y le baja los decibles a todos. Mal no le fue, no?.

Esa unión entre los dirigentes y el técnico, la continuidad, la idea original de identidad y protagonismo encontraron eco en intérpretes de jerarquía. Para que haya un equipo como Barcelona tiene que haber un Iniesta, un Xavi, un Messi. Para que haya un equipo como Peñarol tiene que haber un Rodríguez, un Leiva y Gutiérrez.

Por un lado tiene que haber una idea de respeto por el fútbol y las pautas claras y por el otro tienen que haber lo mismo en un equipo de básquet. No siempre se puede ganar, pero las derrotas no son bienvenidas. Y el deseo de aprender de ellas y superarlas fue la voracidad de la que se valió este equipo.

En lo particular no me gusta comparar al fútbol y el básquet porque son deportes muy difíciles de comparar a la hora de hablar del juego, por eso trazo una analogía entre organizaciones, objetivos y desarrollos. Lo que si se puede decir es que ambos están en la parte más encumbrada de la alta competencia.

Lo que puede definir a Peñarol de modo decisivo es la continuidad. Ha logrado mucho, muchísimo, pero la continuidad lo pondrá de lleno en la comparación con el Barcelona. Cuando supere la etapa de Sergio Hernández, cuando trascienda a Leo Gutiérrez e incluso al liderazgo de Robles. Hoy es una marca dentro del básquet FIBA Américas que ya es decir algo. Pero en su lugar, en su continente, dentro de sus reglas, es el ejemplo a copiar.


Foto Peñarol: Majo Gil (mjgil@pickandroll.net)

Pablo Tosal
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