15 años y una leyenda

“El único viejito que queda en pie soy yo. Y pensar que en aquel momento era el más chico dentro de uno de los mejores Atenas de la historia”, comenzó la charla entre risas y con su manera tan particular de contar cada una de sus anécdotas.
“Cuando nosotros llegamos nos miraban así nomás. Claro, estábamos con la ropita de Atenas y todos los demás con traje y una pilcha tremenda. Se pensaban que nos iban a despachar así nomás. De eso siempre nos reímos con el Cabezón (Marcelo Melanesio)”, comentó. Al tiempo que agregó: “Cuando le ganamos el primer partido a la Benetton Treviso (87-78), no lo podíamos creer. Teníamos una alegría inmensa. Fue terrible. Esa noche no pudimos dormir”.
Ese mismo desvelo derivó en otro de esos capítulos imperdibles de aquella excursión por París. “Como no íbamos a poder pegar un ojo, bajamos al lobbie del hotel a buscar una gaseosa, y cuando lo hicimos nos encontramos con Michael Jordan y Phil Jackson fumando unos habanos así...”, explicó sorprendido. “El cabezón no se animaba a acercarse, pero yo me mandé”.

La cena de bienvenida
“Entramos al salón y estaba nuestra mesa con el cartelito de Atenas, y al lado, en la otra, uno gigante de Chicago”, contó. “Obviamente, me sente lo más cerca posible de Jordan para mirarlo. Poco menos que le cortaba la comida y le daba en la boca (risas)”, agregó.
“Me acuerdo que todos lo querían saludar y no se animaban. Pero como yo era el caradura, me levanté y lo encaré. En eso, se pararon cinco jirafas más grandotas que Román González, eran una locura. Y me agarraron. De lejos nomás, le digo: ‘Maicol, ey...’ (carcajadas). Entonces él les dijo a los ‘patova que no pasaba nada. Y ahí los otros guachos aprovecharon. Se levantó Marcelo, Pichi (Campana) y se vinieron, pero nadie se animaba a pedirle fotos. Yo agarré una servilleta, pero no tenía una lapicera. Vi a los mozos... ¿Pero cómo mierda les pedía una lapicera en francés? No sé que me entendió, y me trajo otra servilleta. Entonces le digo... nooo. Vi una lapicera en el mostrador y le dije que quería eso. Me hice firmar por Jordan, aunque todos me decían que no le rompiera las bolas, y todavía tengo guardada esa foto. Tremendo”, graficó.

Su lesión
“Es muy cómico lo que pasó con mi lesión, porque después de eso pasé a ser una mochila para todos, pero como el Cabezón es tan bueno, me bancó a muerte”, recordó. “Después de nuestro partidos jugaba Chicago, entonces todos querían verlo. Horacio Pila (médico) me decía que lo mío era un esguince, y mi viejo que dejara de romper las bolas, que no tenía nada. Claro, ellos sólo querían ver los Bulls y yo lloraba de dolor. De repente me dejaron solo, me llevaron los de seguridad del estadio a la zona de jugadores y estaban todos los vagos sacando fotos... Yo, hecho mierda. Cuando terminó y se fueron al hotel, ahí sí me llevaron. Me dijeron: ´Bueno, bueno. Vamos, vamos...¨. Me hicieron una placa y así de separado estaba el hueso. Pero después, con la bota de yeso, me vengué (risas)”.
La odisea con el yeso. “Al día siguiente de la lesión se fueron todos a recorrer París, la Torre, los museos... y yo no me quería perder nada. Me les colgaba a todos, me llevaban un ratito cada uno. Eran unos museos tremendos... No me preguntés la historia que no tengo ni idea. No se la mía, voy a saber la de los otros”, recordó entre risas. Y agregó: “Me le colgaba a Marcelo, a Diego (Osella)... Diego ya me odiaba. En un momento estábamos todos cagados de sed, y dicen: ‘Vamos a tomar algo’, y yo respondí, bueno, vamos... ¡Qué mierda! Me dejaron solo y me trajeron el agüita a los 40 minutos (risas). Por esto y muchs cosas más, es que esos tipos más allá de ser unos monstruos como jugadores, eran tremendas personas. Había una amistad increíble”.

Sin Chicago Bulls
Recuerdo que nos mete un bombazo Arturas Karnisovas desde una punta. Fueron 25 Padrenuestros que recé mientras el balón estaba en el aire. Y después Fabri (Oberto) tiró un triple que casi entra, pero no fue. Lo que lloramos en ese vestuario fue tremendo. Era un velorio. Verlos así a Marcelo, Pichi, Rubén... fue durísimo. Nos merecíamos jugar con Chicago. Atenas, un equipo de Argentina, de barrio... Estar allá y haber podido jugar con semejantes monstruos con ese presupuesto, era la frutilla del postre. ¿Sabés lo que hubiera sido eso?

Un baño de realidad
“Fijate qué grande que es Atenas... No pongamos la historia, sino los últimos años. Cuatro finales en cinco años. Un año que fue horrible y otro que recién empieza, y todos hablan que Atenas una cosa u otra. Todos critican. Me gustaría que todos esos se acercaran a ayudar. Somos un club a pulmón. Mi viejo deja la vida. Atenas es poca gente, un club de barrio. Todo a pulmón”, comentó Lábaque con respecto al presente del equipo.
“Toda esa gente que critica, a veces no paga ni una entrada. Después hay que irse al Orfeo porque se quejan de que no entran. Pero mientras tanto tenés 9 meses en que ves las butacas vacías. Eso es Atenas. Atenas da para todo. Me saco el sombrero para con los directivos”, explicó poniéndose como siempre la camiseta del equipo de su vida. A tiempo que agregó: “Lloro, pataleo y soy el más feliz del mundo cuando ganamos. A Atenas lo critican porque es un grande. Y como siempre dice el Cabezón Milanesio, hay que preocuparse cuando dejen de hablar de uno. El día que nos dejen de putear o criticar, es porque hemos dejado de existir”

Javier Ciani - La Mañana de Córdoba.