La costumbre no le quita la ambición

Fue un partidazo y lo explico así: Para la liga de juego discreto que venimos viendo nos encontramos con un clásico que no tuvo alley oops, ni tiros de tres puntos inverosímiles por arriba de la marca, ni contrataque con volcadas. Fue un partido de tensión impuesta por la paridad, de gol, de equivocaciones, virtudes y se transformó en una maravilla. Fue por lejos el mejor clásico en mucho tiempo, de esas epopeyas de las que habla “el Libro de los 100 clásicos” de Ariel Greco.

Peñarol mostró a lo largo del partido un poco más que Quilmes. El cervecero, en cambio, lo fue empujando al partido, lo fue llevando desde su defensa y la construcción del ataque individual. Pero no hay más mérito en uno que en otro para ganarlo. Porque se define en la última bola y termina cayendo la victoria en manos del equipo que menos errores cometió.

Quilmes tuvo un primer cuarto de alto vuelo. Comenzó perdiendo 4-9 pero se recompuso del mal arranque básicamente con su ataque. Porque Peñarol siguió encontrando huecos para anotar hasta sumar 22 puntos en los primeros 10 minutos. La ofensiva de Peñarol se basó en el tiro abierto de Leo y Campazzo y las mandadas de Boccia y Leiva cerca del canasto.

El cervecero lo sorprendió con 27 puntos conseguidos merced a Marín, Baxley, Sahdi y Maciel. Un choque con Leo justamente de Maciel le cortó la nariz y lo dejó temporalmente afuera del juego.

Sobre el final del primer cuarto por primera vez Peñarol ensayó una zona que 2-3 que luego repetiría a lo largo del juego en diferentes oportunidades. La idea era tentarlo a Quilmes a caer en tiro de tres puntos y negarle los rompimientos.

Para el segundo cuarto el juego dejó de ser un correcalles pero siguió siendo parejo. Peñarol metió un parcial 0-9 para pasar al frente 27-31 en 2 minutos y medio. Todo tuvo que ver Adrián Boccia que lució imparable, por movilidad y certeza (6/6 en dobles en el cuarto) bien acompañado por Martín Leiva que de apoco se iba convirtiendo en figura debajo de las tablas.

El “Tulo” Rivero negociaba cada minuto de Campazzo en cancha que entraba y salía buscando dosificar su energía y los tiempos donde emplearla. Lo cierto es que Campazzo no está recuperado y se nota. Va con una marcha menos y no tiene la explosión que siempre muestra para jugar. Por oficio, picardía y puntería logró cerrar un buen primer tiempo. El partido luego lo llamaría para que sea gigante en el cierre.

El segundo cuarto de Boccia fue tan descomunal que él solo marcó la diferencia en un partido equilibrado. Quilmes usó a Baxley para anotar (7 pts) y algo de Marín pero no tuvo un buen ingreso de Ortíz que erró un par de bandejas inverosímiles no propias de su depurado estilo. Quilmes sin Sadhi y con Ortíz muy flojo se quedó sin juego. No obstante el bajón ofensivo Quilmes se puso 41-43 a falta de 40 segundos pero un libre de Leo y un doble de Leiva contra la chicharra le dio la ventaja a Peñarol 41-46 al cierre del primer tiempo.

En el tercer cuarto Peñarol dominó los primeros pasajes del segmento con Boccia de escolta (Weigand de alero) que se posteaba ante Baxley sacando claras diferencias físicas. No obstante la sorpresa inicial, Quilmes ajustó la defensa y compensó con ayudas. Como el resto de los compañeros alternaban una bien y una mal, Peñarol volvió a quedarse sin gol (y sin respuestas).

En Quilmes apareció el Faca Piñero con dos triples seguidos y una buen incursión de Ghersetti desafiando a Leiva para que empate el partido en 57 cuando lo corrió de atrás todo el parcial. El cierre del tercer partido los encontró igualados en 61 y con todo por definirse para el cierre.

El entrenador de Peñarol dispuso una rotación muy corta (con apenas un ingreso testimonial de Sosa y Gabriel Fernández) y decidió sostener el partido con una rotación 6 jugadores, por eso el equipo se fue cargando lentamente con faltas para el cierre. Además la defensa de Peñarol uso mucho el corte sistemático para no dejarlo entrar en juego a Quilmes.

Ambos equipos coincidieron en la segunda mitad en no poder abrir el juego desde el perímetro (2/11 en triples Quilmes y 2/10 Peñarol) y yendo para adentro Quilmes encontró muchos tiros libres como método casi exclusivo de sumar puntos.

El tercer cuarto flojo de Peñarol no contó en casi toda su extensión con Facundo Campazzo que regresó para el último segmento para ayudar a su equipo a recuperar el juego perdido. De movida con una falta antideportiva sobre Leiva Peñarol facturó los dos libres (¡del propio Leiva!) para sacar siete (61-67).

Con un ataque trabado donde le costaba horrores a Quilmes conseguir un tiro medianamente claro, Ramella pidió minuto (63-71) y desde allí edificó un parcial a favor de 8-2 (71-73) para meterse de nuevo en el juego. Pero era un juego de vaivén, porque reaccionó Peñarol con un triple de Campazzo y doble de Leiva (71-78) y parecía que Peñarol quebraba el partido ahí mismo. No obstante Ramallo le pitó una falta dudosa a Johnson sobre el tiro Baxley que el extranjero se encargó de protestar airadamente. Se ganó el técnico y Quilmes facturó los 4 tiros libres que seguidos de un doble de Romero (77-78) metió otra vez al juego en una caldera.

El cervecero jugó su chance final con Romero de pivote y Piñero de ala pivote pegado en la marca a Leo Gutiérrez haciendo un gran trabajo. Leo no tuvo forma de despegarse de la marca, forzó casi todo lo que hizo y tampoco lo liberaron. Se le pegaron a Boccia para que no lastime más (sin puntos en el último cuarto) y Weigand se fue por cinco falta ¿Cómo haría Peñarol para ganar? Como es lógico, esta clase de juegos tienen el resultado escondido en una moneda al aire, que cae de lado de quien menos se equivoca. Y por supuesto del equipo que tiene al jugador con la virtud de quedarse con el partido.

En las secuencias de cierre quedó claro que se trató de una guerra de nervios. Peñarol perdió dos de los últimos cuatro ataques y Quilmes 3 de los últimos 4. Demasiados errores para un equipo que desea ganar. Piñero se apuró con un tiro de tres puntos (todos los jugadores de Peñarol con 4 faltas los últimos dos minutos). Sahdi y Baxley frenaron el balón y Leiva con un step largo en la mitad de la cancha lo complicó dos veces para que el extranjero no penetre. En verdad el equipo de Ramella desnudó que carece de líder porque en Peñarol los roles están claro. Boccia puede meter mucho puntos pero la última pelota es de Leo o de Campazzo. En Quilmes es de quien pueda o la quiera. Y eso llevó a la confusión final.

Para rematar el juego apareció Campazzo, que dando ventajas desde lo físico entendió que la jugada del final era para él, desafío en el uno contra uno a Romero y con un tiro forzado, en suspensión y con tablero puso el 82-79 a falta de 11 segundos. Quilmes intentó todo en el cierre pero el triple de Romero quedó corto y asunto terminado. El clásico ganador se alzó con el triunfo otra vez.

Síntesis:
Quilmes (79): Fabián Sahdi 9,Walter Baxley 27, Federico Marín 13, Maximiliano Maciel 5 y Mario Ghersetti 8 (FI) Diego Romero 4, Facundo Piñero 13, Lucas Ortiz 0 y Tiago Moledous 0. DT: Ramella.

Peñarol (82): Facundo Campazzo 14, Kejuan Johnson 4, Adrián Boccia 26, Leo Gutiérrez 14 y Martín Leiva 17 (FI) Matías Ibarra 0, Axel Weigand 7(x), Gabriel Fernández 0 e Isaac Sosa 0. DT: Rivero.

Parciales: 27-22; 41-46 y 61-61
Árbitros: Ramallo y Chiti
Estadio: Polideportivo “Islas Malvinas”

Foto: Majo Gil (@MajoPick)
Crónica: Pablo Tosal (@pablotosal)