Un ganador serial

¡Qué partido tan raro fue el último de la temporada! Y al mismo tiempo tan espectacular. Porque Peñarol dio un vuelco increíble a un juego que traía a los tropezones, para terminar imponiéndose con total autoridad. La crónica del juego serán dos relatos en uno, de dos partidos que parecen diferentes pero forman parte del mismo juego

Primer acto: La paridad

Ambos presentaron sus libretos en el medio de altísima intensidad. Tanto vértigo derivó en un comienzo entretenido, muy desordenado por la velocidad que quería imprimir Peñarol que se trasladó en tiros apurados, sin jugar las ofensivas sino queriendo terminarlas en el 2do pase. El local buscó aprovechar rápido los errores de Quilmes que nació en el juego con 4 pérdidas en los primeros 6 avances.

Cuando Quilmes bajó la ansiedad de los primeros cuatro minutos, más allá del buen caudal de gol que consiguió (7-12) pudo acomodarse en el partido para jugarlo mejor con Romero en el pick central, pero erró. Peñarol entró en juego con la conexión Boccia-Leiva y achicó 11-12 pero Quilmes volvió a tomar distancias 11-17 con goles de Piñero y Baxley. Finalmente un mejor cierre de Campazzo le dio a Peñarol la chance de recuperar algo la distancia: 15-17 al cierre del primer cuarto.

Segundo acto: la armada suplente

La dinámica del primer cuarto, ritmo infernal, llevó al partido a un torbellino donde costó identificar las jugadas que pretendían, pero se notó a Quilmes sumido en la anarquía que proponía un errático Baxley, scouteado hasta el hartazgo, cada gesto técnico, cada paso, cada movimiento de Baxley fue anticipado, y solo podría haber anotado por su enorme capacidad anotadora del juego individual, pero también en eso falló el extranjero y se entregó a la marca (primero de Fisher y luego de Boccia) para sumar 6 pérdidas en los primeros 14 minutos de juego.

Peñarol recuperó aprovechando los errores del rival y después del parcial 4-0 con que cerró el primer segmento abrió el segundo con un parcial 7-0 que extendió la racha a una corrida de 11-0 con la que pasó al frente 22-17.

Con el resultado 20-17 a favor Fernando Rivero dispuso el descanso de Campazzo y Leo Gutiérrez. Un doble después (22-19) una bandeja volada de Boccia le dio descanso al propio alero para que Peñarol quede con su rotación casi completa en cancha toda al mismo tiempo, salvo Leiva, único sobreviviente de los titulares.

Al mismo tiempo Ramella tomó una decisión clave que fue sacar a Baxley que la venía pateando con cordón y todo. Allí el ingreso de Lucas Ortíz animó la media cancha de Quilmes con un Luca Vildoza que marcó grandes diferencias.

Entre Vildoza y Ortíz construyeron lo que Maciel y Tayavek Galizzi aprovecharon. Fueron los suplentes de Quilmes los que dieron vuelta el juego. Se aprovecharon del escaso aporte ofensivo de Peñarol con su rotación. En todo el segundo cuarto el milrayitas solo anotó un triple de Leo Gutiérrez, uno de Ibarra y un doble de Boccia. Luego libres de Campazzo y Leo. En suma fueron 1/8 en dobles y 2/9 en triples para un oscuro 3/17 de campo.

Quilmes tuvo en el primer tiempo el dominio del ritmo de juego. Puso al rival justo donde quería. Controló con su estrategia a un Peñarol que se anudó en sus problemas. Hizo apenas 27 puntos que fue la marca más baja del año para un primer tiempo. Más allá del 3/14 en triples y 7/23 en dobles, lo que propuso Peñarol fue pobre. Sin poder darle la pelota a Leiva en el poste bajo, apurado por resolver, sin ejecutar sistemas.

Tercer acto: La resurrección

Estaba más cantado que el himno que Peñarol no podría ganar sin su póker de ases: Campazzo, Boccia, Leo y Leiva. Ellos deberían ponerse el partido al hombro. Rivero recurrió a ellos para iniciar el segundo tiempo y Ramella, dogmático, más allá del extraordinario segundo cuarto, volvió con su armada titular, buscando imponer condiciones.

Pero la apuesta le salió a Peñarol que primero lucho, contra las mismas miserias del primer tiempo pero con una capacidad defensiva impresionante. Fueron una serie de recuperos seguidos, de primera línea, de segunda línea defensiva montados en la ayuda al pase, de contener el rebote (Quilmes atacó a un solo tiro prácticamente todo el partido), los que le dieron a Peñarol la oportunidad de correr el contraataque.

Vale decir, cuando su ataque estacionado estaba trabado y fuera de su naturalidad, con su defensa encontró la manera de llegar al gol a puro contraataque.

Quilmes tuvo un triple de Piñero para respirar (33-37) pero el milrayitas ya estaba lanzando al ataque para meter un parcial 15-2 y tomar el control total del parido (48-39). Lo hizo con un Adrián Boccia encendido. Fue el rubio alero quien sostuvo a Peñarol (casi solitariamente) a su equipo en los peores momentos.

Walter Baxley siguió totalmente diluido por la defensa y el reingreso de Vildoza y Ortíz ya no fue igual. Las pérdidas de Quilmes se tradujeron en recuperos directos de Peñarol y la brecha se amplió. El tercer cuarto terminó con parcial de 25-12.

Último acto: final de fiesta

Quilmes entró al último cuarto con 19 pérdidas y 2/8 en tiros libres. Con solo esos dos datos ya se sabía que sería imposible que ganara. Tenía que corregir su ofensiva para hacer funcionar el pick and roll central nuevamente y poner a los tiradores con ventaja (no tuvieron un solo tiro cómodo). No obstante el equipo de Ramella abrió el cuarto final con 3 pérdidas más y Peñarol aprovechó para tomar una luz de 15 puntos que ya le permitió por primera vez gobernar el partido con tranquilidad.

Cuando Facundo Campazzo entendió que el temporal había pasado ya disfrutó el desenlace del último cuarto y se dedicó a sacar conejos de la galera. De hecho con el juego 57-47 salió nada menos que Leiva, pero Gaby Fernández recordó todo cuando metió una asistencia maravillosa a las espaldas de Piñero para el doble de Giorgetti y acto seguido apareció con un triple (62-47) y asunto liquidado.

De allí al final navegarían los barcos por sus aguas respectivas. Peñarol encontró la paz que necesitaba para jugar un rato al básquet. Fueron apenas los últimos 6 minutos, porque el resto del juego se la pasó luchando, de todos modos apenas ese segmento final le sirvió para recuperar la fluidez ofensiva en el ataque fijo y derribar cualquier intento de reacción quilmeña.

Por el contrario Quilmes se desinfló. Los propios jugadores del cervecero no se perdonaron hacer un desgaste desmedido en defensa para terminar con 25 pérdidas, pases infantiles entregados a las manos de los rivales y un lapidario 24/60 en tiros de cancha con un paupérrimo 3/10 en libres. De aquel sueño del partido perfecto, a esa realidad llena de defectos.

Cierre y música final

No caben dudas que el clásico está recuperado y goza de buena salud. Fue el resultado más desparejo, más abierto de los cuatro de la temporada y los hinchas lo festejaron como nunca. Acaso a sabiendas que puede marcar la despedida de Campazzo, pero más que eso, sabiendo que habían tenido un tiempo para sufrir y uno para gozar. Que lo que consiguieron ante Quilmes no se lo regalaron sino que se lo ganaron. Que el rival ahora exige y está de pie, aunque a este Peñarol con alma de campeón hace de la victoria su única bandera.

Síntesis

Peñarol (86): Facundo Campazzo 14, Forrest Fischer 4, Adrián Boccia 16, Leonardo Gutiérrez 19, Martín Leiva 12 (FI); Gabriel Fernández 3, Axel Weigand 2, Santiago Giorgetti 2, Isaac Sosa 0, Franco Giorgetti 11, Matías Ibarra 3. DT: Fernando Rivero.

Quilmes (59): Fabián Sahdi 3, Walter Baxley 11, Federico Piñero 8, Mario Ghersetti 2, Diego Romero 4 (FI); Maximiliano Maciel 10, Lucas Ortiz 10, Tayavek Gallizzi 6, Luca Vildoza 5. DT: Leandro Ramella.

Progresión: 15-17. 27-32, 52-44 y 86-59.
Árbitros: Pablo Estévez y Javier Mendoza.
Estadio: Polideportivo Islas Malvinas

Foto: Majo Gil (@MajoPick)
Pablo Tosal
@pablotosal

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